Era 1986 y las víctimas de Chernóbil aumentaban día tras día. Y seguirían haciéndolo por más de veinte años. Habían pasado apenas dos años desde el desastre de Bhopal. Ulrich Beck, preocupado, elaboró entonces la teoría de la sociedad del riesgo. La frase clave de esta obra: “La miseria es jerárquica, el smog es democrático”.
Si bien un virus como el de la influenza, a diferencia de un accidente nuclear, no tiene como única causa directa a la excesiva industrialización, la supervelocidad de flujos se ha encargado de llevar el contagio a puntos geográficamente distantes con una rapidez fshhh. Beck no es el único societista del riesgo, muchos más siguen intentando explicar que un cataclismo acabaría por llevarnos a todos, “más allá de las clases y de las capas”.
Les comparto un pedazo, a ver qué dicen.
Si bien un virus como el de la influenza, a diferencia de un accidente nuclear, no tiene como única causa directa a la excesiva industrialización, la supervelocidad de flujos se ha encargado de llevar el contagio a puntos geográficamente distantes con una rapidez fshhh. Beck no es el único societista del riesgo, muchos más siguen intentando explicar que un cataclismo acabaría por llevarnos a todos, “más allá de las clases y de las capas”.
Les comparto un pedazo, a ver qué dicen.
Ha llegado el final de los otros, el final de todas nuestras posibilidades de distanciamiento, tan sofisticadas; un final que se ha vuelto palpable con la contaminación atómica. Se puede dejar fuera la miseria, pero no los peligros de la era atómica. Ahí reside la novedosa fuerza cultural y política de esta era. Su poder es el poder del peligro que suprime todas las zonas protegidas y todas las diferenciaciones de la modernidad.
Pero, a diferencia de la pobreza, la pauperización por riesgo del Tercer Mundo es contagiosa para los ricos. La potenciación de los riesgos hace que la sociedad mundial se convierta en una comunidad de peligros. El efecto bumerang afecta precisamente también a los países ricos, que se han quitado de encima los riesgos pero importan a buen precio los alimentos.
La fuerza impulsora de la sociedad de clases se puede resumir en la frase: ¡Tengo hambre! Por el contrario, el movimiento que se pone en marcha con la sociedad del riesgo se expresa en la frase: ¡Tengo miedo! En lugar de la comunidad de la miseria aparece la comunidad del miedo. En este sentido, el tipo de la sociedad del riesgo marca una época social en la que la solidaridad surge por miedo y se convierte en una fuerza política. Sigue sin estar nada claro cómo opera la fuerza adhesiva del miedo. ¿Hasta qué punto pueden resistir las comunidades del miedo? ¿Qué motivaciones y energías de actuación las ponen en movimiento? ¿Cómo se comporta esta nueva comunidad solidaria de los miedosos? ¿Hace saltar la fuerza social del miedo el cálculo individual del beneficio? ¿Hasta qué punto están dispuestas al compromiso las comunidades de amenaza que generan miedo? ¿En qué formas de actuación se organizan? ¿Impulsa el miedo al irracionalismo, al extremismo, al fanatismo? El miedo no había sido hasta ahora una base de la actuación racional. ¿Tampoco vale ya esta suposición? ¿Será el miedo, al revés que la miseria material, una base muy inestable para los movimientos políticos? ¿Podrá ser dividida la comunidad del miedo por la fina corriente de aire de las contrainformaciones?
2 comentarios:
El miedo nos hace en cierta manera hipocondriacos, tenis en cuenta que la vida se abre caminos y ella misma busca como controlar esta mancha que llamamos existencia que esta terminando con el planeta...
Comparto de la BBC para ampliar nuestro criterio http://www.bbc.co.uk/mundo/ciencia_tecnologia/2009/04/090428_gripe_muertes_men.shtml
Les deseo feliz temporada de influenza, escuchen Shakira si pueden, especial esa que dice que me quedes tu va con la temporada.
A veces ni el conocimiento, ni la razón impiden esa sensación de angustilla en la boca del estómago.
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