viernes, abril 27

Jenny

Jenny avisó con antelación que se nos estaba yendo, y este lunes por fin murió. "Ya descansó", decimos, en medio de un llanto resignado. Nos abrazamos, nos tomamos de las manos, nos consolamos unos a otros, nos aferramos a la idea de que, antes que vivir sufriendo, es más digno morir, que merecía la paz y que ahora la tiene, que este mundo ingrato, que paga con dolor a quien más sabe disfrutarlo, no era ya para ella. Pero cuesta trabajo entender el orden de las cosas, si la verdad es que a Jenny le encantaba la vida. Le gustaban el son, la risa, el bullicio y la amistad. Los disfrutaba, y los demás disfrutábamos con ella.

La extraño. Me duele descubrir lo que su muerte implica: la ausencia de su carcajada en las fiestas, su nombre en el chat siempre en gris y ya nunca en verde, su casa vacía y su hijo, mi amigo Jacinto, huérfano. Y mi mamá triste triste, rota, incompleta, abandonada por su hermana a medio camino. Y Xalapa más gris, y el mundo sin ella.

Se quedan conmigo su generosidad y su sonrisa de labios pintados. En mis recuerdos de infancia queda, inamovible, su imagen. Un jetta negro, Jacinto y yo jugando beisbol, una ciudad de plástico para mi cumpleaños, cenar banderillas en la mesa del comedor. La tarde de sábado en la que, en Playa Paraíso, me enseñó a nadar. El verano en el que me mostró una Barcelona que ya le pertenecía. Y sus palabras, siempre sus palabras. Sinceras, directas, certeras. Como ella.

5 comentarios:

pispiration dijo...

Me hubiera gustado conocerla más.

Abrazos.

Abrazos a Nadia.

Queridita dijo...

Me salieron lágrimas, nuevamente, hijita querida, al leer tu texto. Jenny, mi hermana, mi amiga, mi maestra, mi confidente, mi apoyo, estará con nosotra/os, sin duda. Luchó, siempre, y, tal vez, ésta fue otra de sus victorias.
Muchas veces, al salir de alguna junta, exclamaba: "Vencimos otra vez".
La intención de mover el dinosaurio se llevó sus fuerzas. Y, por más que ella intentó producir más y que sus amiga/os, hermana e hijo procuramos insuflarle, no fue suficiente.
Nos queda el hecho de que la amamos aquí, en su justa medida, y ella lo supo, lo sintió. Seguramente se fue con todo ese amor en su corazón, como nosotra/os nos quedamos con el suyo.

Isaac Echazarreta Nieves dijo...

A mi me desespera e indigna el vergonzoso e indolente silencio que el dinosaurio guarda sobre su muerte, pero no me asombra...

El Chico Invisible dijo...

Hola.

Disfruto mucho leerte furtivamente, sin que lo sepas, pues no me atrevía a comentar.

Son los momentos difíciles de la vida aquellos que nos permiten tener a sensibiidad para percibir el mundo en la forma tan bella y trágica que tiene, gracias por compartirlo con nosotros los anónimos de manera tan hermosa.

No pude evitar notar que tu Xalapa es más gris. Si algún día quieres añadir un poco de color a ella, te puedo compartir un poco de mi Xalapa (me sorprendió este descubrimiento). Si necesitas alguien que te lea nomás por compartir puedes enviarme un mail.

Saludos.

Joanna dijo...

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