Habiendo terminado ya con la mitad del proyecto de investigación en que he trabajado desde junio, esta semana planeo (y voy bien con mis intenciones), descansar en mi ciudad: Xalapa.
Llegué desde el viernes y ocupé los primeros días en cumplir con una larga lista de pedidos que mi mamá me mandó por correo desde Malasia (gracias yahoo!). Resulta que (aunque no están, distinguidos lectores, para enterarse de mi calendario vacacional) se encuentran en esta ciudad veracruzana dos de los amigos más queridos que hemos tenido los miembros de esta familia, acompañados de sus dos hijos. Carmen y Alejandro (y los niños Rocío y Juan) son colmenareños, nacidos en una pequeña ciudad a media hora de Madrid. Recibieron a mi mamá en su casa con invitaciones a comer cuando vivió en España en el año noventa, levantándole un poco la depresión por encontrarse tan lejos de sus hijos (o sea, mi hermano y yo) y haciéndole ver que sus estudios y férrea convicción de sacarnos adelante, valían la pena.
Desde allí, creció una gran amistad que se ha fortalecido con múltiples visitas de ambos lados y cruzando el Golfo en las dos direcciones. La última fue el año pasado, cuando estuve con ellos un rato durante el verano, y conseguí convencerlos de regresar por estas tierras mexicanas, después de un par de años de ausencia.
Ahora están en Xalapa, viviendo unos días con otro amigo (mi mamá fue sólo un puente, ellos ahora conocen a más de diez xalapeños y a varias docenas de mexicanos, con los que mantienen lazos igual de fuertes). Mañana llegarán a mi casa, adonde estarán hasta el sábado, para tomar su avión de regreso el domingo.
Mientras tanto, después de acomodar los cuartos de visitas (pues Porfi, debemos admitirlo, ya no ve del todo bien y el polvillo se acumula en ciertos lugares recónditos a lo largo y ancho de mi casa); revisar que esté todo listo y comprar lo que hiciera falta; me dediqué a vegetar: me estoy poniendo al corriente con los blogs que visito, con las noticias, con mis correos, etc. Saqué a pasear a Bellota, quien sufría por mi ausencia, me di una vuelta por el centro, me comí unas ricas garnachas (que en Tlaxcala hacen falta), y me dispongo a descansar los días que me quedan libres, pues tengo que regresar a los municipios del valle y en las faldas del volcán que aún no he cubierto y terminar el programa que diseñé. Voy bien, pero si me confío, el ocio me gana y el sueño, también. Por cierto que ya va a ser la una de la mañana.
Me despido de los dos o tres despistados que a veces caen en este amistoso blog. Gracias y sigan haciéndolo, son bienvenidos. Buenas noches.
5 comentarios:
Pues ojala que todo te salga excelente.
Se me antojaron las garnachas :(
Saludines
Felicidades y disfruta tus vacaciones
Vale, los recesos siempre son buena excusa para reflexionar... y también para dejar descansar el alma!
Saludos y suerte.
Gózale al máximo, que chida la foto del perro...
Salu2!
Todo un ejemplo pa la juventú, usté, mi Amiguiz. ¡Siga echándole muchas ganas!
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