No
soy sino una sucesión de ratos libres mal gastados. No sé qué he
hecho con mis días. Mañana cumplo 29 años y siento que se me ha ido media vida
desperdiciando las horas que pude haber invertido en trabajo, proyectos, metas.
Tengo
una tesis a la mitad. Una maestría a la mitad. Tengo mi novela y la abro
diario, y no avanzo a la velocidad que quisiera. Los días buenos escribo una
página. Los días malos simplemente la miro, la mido y la cierro. Word ni
siquiera me pregunta si deseo guardar los cambios. ¿Cuáles cambios? Tengo un
poemario a la mitad. Tengo una colección de cuentos muy malos. Tengo, sobre
todo, la firme intención de dedicar mi vida a escribir, pero una voluntad del
tamaño de una canica. Y esa canica, además, se me escapa de las manos y se va
rodando y rodando, y luego me cuesta meses encontrarla.
El
otro día vino mi primo y estuvimos recordando la prepa. Teníamos dos o tres
clases y el resto del tiempo libre para hacer lo que quisiéramos. Jugábamos
mucho futbol. Jugábamos scrabble y rummy, creo que también póker. Hablábamos y
examinábamos hasta la más ridícula minucia de nuestra vida cotidiana. Yo ponía
absolutamente todo sobre la mesa.
En
la universidad dejé de tener tiempo libre, pero de algún modo me las arreglé
para acabar todo el juego de Bob Esponja en el xbox y para pasear con mi perra
en el lago y para irme a la playa cada puente. No puedo decir que esas hayan
sido horas desperdiciadas, pero hay otras, miles, a las que definitivamente
creo que les habría podido sacar un mayor provecho. Eso sí, no tengo claro a
qué me refiero con provecho, ¿producción?
Y hoy estoy igual. Sin ahondar en mi rutina, me atrevo a decir que otra
vez, como he hecho siempre, estoy desperdiciando mis días. Qué envidia les tengo
a las personas que producen todo el tiempo, a aquellos bendecidos con el don de
la concentración. No sé por qué yo nunca puedo mantener mi atención en algo por
más de diez minutos. Si viviéramos en Francia, y yo tuviera cinco años, ya me
habrían diagnosticado con algún déficit, me habrían dado medicamento y el mundo
estaría convencido de que nada de esto es mi culpa. Pero la verdad es que sí es
mi culpa. Probé con zukrol, con calendarios, agendas, castigos y hasta una
abstinencia casi total de internet. Después de hablar durante horas con mi
psicóloga sobre este asunto, por fin estoy viendo algunos hilos que tengo que
desanudar. Voy a poner todo mi empeño, porque quiero llegar a los treinta en
mejores condiciones. Me gustaría mucho mirar hacia atrás y sentirme satisfecha.
Me queda un año para cerrar alguno de los miles de proyectos que tengo
abiertos. Estoy comenzando por ser honesta.
3 comentarios:
Ése es un muy buen comienzo, hijita.
Te quiero, desde siempre y para siempre
Ah, y todos tenemos uno u otro síndrome. Jajaja
Y si no... tienes por delante todos tus treintas. Pues como quién dijo que los logros sólo debían llegar en ciertos tiempos?
Tienes toda la razón, Ministry.
Publicar un comentario