Pero
cuando nos asomamos al balcón en un primer piso, o si esperamos, parados, en la
plataforma del metrobús a que este llegue, o si en coche cruzamos un puente, y
también cuando viajamos en un autobús que va a salir de la ciudad, nuestra
perspectiva mejora considerablemente y descubrimos follajes tupidos, tonos
magníficos, las formas de las hojas, la variedad de sus texturas y su acomodo
irrepetible. Almendros, araucarias y una gran cantidad de ficus. Hayas peladas
y liquidámbares, verdes estrellas. Árboles que pertenecen solo aquí, que en
otros lugares no hemos visto. Opacos sobrevivientes, de pie en las avenidas más
hostiles, obligados a respirar a través del polvo; aguardan, estoicos, a que venga la
lluvia y los lave un poco. Cómo me gustaría ser un gigante y pasarle un trapo a
los pobres viejos, tallarles tantito, podarles lo feo. Y tener siempre a mi
alcance la abundancia de las hojas, lo verde en primer plano, ocupando mi
horizonte al andar.
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4 comentarios:
También es ya una cuestión de dinero: mientras más pagues, más verde ves. Es triste.
me encantó tu frase: " si fueras un gigante, los limpiarías" ¡¡genial!!!
Pues, sí, es cuestión de perspectiva. Pero también, pu's cómo no, de ojos, y con éstos, el corazón, la historia personal, los pasos andados y los que vas dando...
Hola! Si pudieran checar mi nuevo blog se los agradecería http://palabrasdeunaindecisa.blogspot.com/
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