Lunes. El maestro recomienda una película y encarga que leamos un libro. La película no está en torrents ni el libro está digitalizado. “Ir a Gandhi”. Martes. El maestro pide que leamos un libro. No aparece en el catálogo de Gandhi. Llamo al FCE, no lo tienen. “Ir a la biblioteca”. Cena en la casa. ¡Chin! Ya no hay lavatrastes. “Ir a comprar lavatrastes”. Hay que lavar ropa. ¡Hey! ¡No hemos ido a recoger la garantía de la lavadora! “Ir a la comer”. Miércoles. Voy en camino al asilo cuando mis audífonos se rompen. Ya en casa, intento imprimir. Replace Color Ink Cartridge. “Ir a la plaza de la computación”. Jueves. Mi mamá me mandó un correo. Hijita querida, cuando tengas tiempo, consígueme los siguientes libros... “Ir a Gandhi”. Como ya estaba en la lista, lo subrayo. Riego mis plantas. Me lleva, se acabó el abono. “Ir al Green Corner”.
Viernes. Voy a la biblioteca central. De regreso, me bajo en Quevedo. Gandhi. FCE. Miro mi lista: Palomita, palomita. Tomo un trole que me deja en la Comercial Mexicana. Palomita. Cruzo la acera, entro a The Green Corner. Palomita, palomita. Un micro me deja en División del Norte. Al bajar, por poco me atropella una moto. Consigo subirme a un trole. —¿No costaba dos? —Es que ahora es cero emisiones. ¿Y no era? Camino hasta llegar al fondo. Un predicador de la palabra divina nos regaña por no darle un peso. Herejes, van a ver cuando llegue el juicio final. Hago la parada y bajo. Está comenzando a llover. La churrería El Moro me resguarda. Me amarro bien los tenis y corro a la plaza de la computación. Qué se te ofrece, amiga, una USB, un monitor, amiga, en qué puedo servirte, amiga, qué andabas buscando, qué buscas, amiga, un mouse, una memoria, qué necesitas, amiga, qué buscas, amiga. Rellenan mi tinta, me venden un par de audífonos, me convencen de comprar unos cds. Palomita. Salgo y cruzo el eje. Sigue lloviendo, estoy empapada, tengo frío en los pies. Está oscureciendo. No he comido y tengo sed. Un ojete se acerca a un charco y me moja con agua puerca, intencionalmente. Ahí viene mi trole. Subo y, cuarenta minutos después, bajo. Me abro camino entre los comensales de una taquería portátil. Apesta a grasa saturada y cebolla quemada. Me pesa la mochila; el IMSS regañaría a mis papás si me viera. Tengo el verde peatonal, pero no puedo pasar. Ya tengo el verde otra vez. Llego a la puerta de mi edificio. Toco. Toco de nuevo. Quién sabe dónde andará el portero. Pongo mi mochila en el suelo; ya se enlodó todo. Saco la llave, subo, entro a mi departamento. Me reciben un gato cariñoso y una nota que dice ¡Ya es fin de semana! Vacío mi mochila y me quito los tenis. Respiro profundamente y sonrío.
Por eso dejo todo para los viernes. Para no sentir que el mundo se me acaba, sino que empieza.
Por eso dejo todo para los viernes. Para no sentir que el mundo se me acaba, sino que empieza.
8 comentarios:
Oras, yo anoto todo y nunca puedo organizar mi tiempo. Así:
Lunes: Organizar mis actividades.
Martes: Organizar mis actividades.
Miércoles: Organizar mis actividades.
Viernes: Organizar mis actividades.
Lunes: Organizar mis actividades.
Envidié tu día. un típico cortometraje defeño.
TE ENVIDIO COMO EXTRAÑO EL D.F. SOBRE TODO EL METRO, AUNQUE TE DIRE A XALAPA LE FALTA ,MUY POCO PARA ALCANSARLO EN EL CAOS VIAL
Un día en la misma ruta de trole, un predicador me regaño y me dijo que un tomate valía más que yo. De haber sabido le doy el peso.
Bueno, mejor así.
Orales, que visión tan interesante, donde estudiaste? yo soy de la enah
Estudié Antropología en la Universidad Veracruzana, pero desde hace un año estoy estudiando en el IIA de la UNAM. Mucho gusto, ¡antropólogos se apoderan de los blogs!
¡Fuiste a la plaza de la compu y no me avisaste!
:)
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