lunes, septiembre 29

Tiempo libre

No soy sino una sucesión de ratos libres mal gastados. No sé qué he hecho con mis días. Mañana cumplo 29 años y siento que se me ha ido media vida desperdiciando las horas que pude haber invertido en trabajo, proyectos, metas.

Tengo una tesis a la mitad. Una maestría a la mitad. Tengo mi novela y la abro diario, y no avanzo a la velocidad que quisiera. Los días buenos escribo una página. Los días malos simplemente la miro, la mido y la cierro. Word ni siquiera me pregunta si deseo guardar los cambios. ¿Cuáles cambios? Tengo un poemario a la mitad. Tengo una colección de cuentos muy malos. Tengo, sobre todo, la firme intención de dedicar mi vida a escribir, pero una voluntad del tamaño de una canica. Y esa canica, además, se me escapa de las manos y se va rodando y rodando, y luego me cuesta meses encontrarla.

El otro día vino mi primo y estuvimos recordando la prepa. Teníamos dos o tres clases y el resto del tiempo libre para hacer lo que quisiéramos. Jugábamos mucho futbol. Jugábamos scrabble y rummy, creo que también póker. Hablábamos y examinábamos hasta la más ridícula minucia de nuestra vida cotidiana. Yo ponía absolutamente todo sobre la mesa.

En la universidad dejé de tener tiempo libre, pero de algún modo me las arreglé para acabar todo el juego de Bob Esponja en el xbox y para pasear con mi perra en el lago y para irme a la playa cada puente. No puedo decir que esas hayan sido horas desperdiciadas, pero hay otras, miles, a las que definitivamente creo que les habría podido sacar un mayor provecho. Eso sí, no tengo claro a qué me refiero con provecho, ¿producción?

Y hoy estoy igual. Sin ahondar en mi rutina, me atrevo a decir que otra vez, como he hecho siempre, estoy desperdiciando mis días. Qué envidia les tengo a las personas que producen todo el tiempo, a aquellos bendecidos con el don de la concentración. No sé por qué yo nunca puedo mantener mi atención en algo por más de diez minutos. Si viviéramos en Francia, y yo tuviera cinco años, ya me habrían diagnosticado con algún déficit, me habrían dado medicamento y el mundo estaría convencido de que nada de esto es mi culpa. Pero la verdad es que sí es mi culpa. Probé con zukrol, con calendarios, agendas, castigos y hasta una abstinencia casi total de internet. Después de hablar durante horas con mi psicóloga sobre este asunto, por fin estoy viendo algunos hilos que tengo que desanudar. Voy a poner todo mi empeño, porque quiero llegar a los treinta en mejores condiciones. Me gustaría mucho mirar hacia atrás y sentirme satisfecha. Me queda un año para cerrar alguno de los miles de proyectos que tengo abiertos. Estoy comenzando por ser honesta.

3 comentarios:

Queridita dijo...

Ése es un muy buen comienzo, hijita.
Te quiero, desde siempre y para siempre
Ah, y todos tenemos uno u otro síndrome. Jajaja

Ministry of Silly Walks dijo...

Y si no... tienes por delante todos tus treintas. Pues como quién dijo que los logros sólo debían llegar en ciertos tiempos?

Amiguiz dijo...

Tienes toda la razón, Ministry.